12 de septiembre de 2011

Capítulo 15: Historia de una hormiguita


 Día: Días atrás


Aún había Maracaibo y pastelito en la Universidad del Zulia cuando el profesor Pérez daba la clase en Biología. A pesar de lo mal acondicionado del salón, y de lo sudado de su frondoso bigote, no disminuía el vigor con el que contaba su historia: 

 - Verán. El Ophiocordyceps es agresivo, y parece sacado de la ficción del cine más burdo y barato. ¿Se imaginan ustedes ser una hormiga feliz de su colonia, haciendo lo que felizmente hace cualquier hormiga? Despiertan una mañana y apagan el hormidespertador, saludan su afichito de la hormiga reina en tanguita y salen a trabajar. En el camino, de repente, se encuentran con una lloviznita rara. Ah, claro. Les extraña. La única lluvia que conocen es siempre apocalíptica, con tamañas gotas acaban siempre sin colonia a la que regresar. Esta lluvia, que ven ahora, es fina. Finísima. Y cae lento, cae suavecito, como bailando bachata. No le prestan atención. ¡Son hormigas! Deben hacer su trabajo. 

 Siguen su camino, siguen trabajando, cuando de repente, ya no quieren hacer su trabajo. ¿Saben qué? Esto de llevar comida es pesado. ¡Y aburrido! Nah, me voy a salir de la fila. Y se salen de la fila. Y empiezan a caminar de aquí, para allá, de allá, para acá, y ya no quieren volver a la colmena. Quieren, en cambio, pasearse con sus amiguitos. Ah, pero no tienen amigos que los acompañen. ¡Simple! ¡Busquemos amigos! Y buscan amiguitas hormigas para que se salgan de la fila. 

 Al principio, las amiguitas no escuchan, pero como todo, siempre hay otro que rompe la fila que lleva a otro a romper la fila y bueno: se forma la parranda. Hormiguitas desnudas por aquí, chupando ron por acá. En fin. Se forma la locura. Pero como todo en la vida, cuando la cosa se pone buena, llegan los pacos – el alumnado se ríe – y joden la vaina. 

Las hormigas soldado te llevan lejos de la colmena. Saben que te pasa una vaina rara, por instinto, aunque no están seguras de qué. Te llevan lejos, pa que no contagies a más hormigas con tus ganas de fiesta. Pero ya es tarde. Ya tienes amiguitos. Ya no te preocupa, sabes que te encontrarán. Así que decides hacer otra cosa: decides subir una rama. De pronto sientes la extrema necesidad de ir a un lugar alto y dormir ahí un rato. Lo haces, sólo que al llegar arriba y dormir, no despiertas más. Tu cabeza se rompe, y de tu cabeza sale un hongo que, mira qué sorpresa, empieza a botar esa lloviznita con la que te habías encontrado. Ay, recuerdas la colmena, la hermosa y gordota reina; todo lo que ya no verás. Ya lo sabes, ya no eres una hormiga. Eres ophiocordyceps, desarrollado. Un hongo con forma de cadáver de hormiga, y nada más. 

- ¿Y cómo se salva la colmena del hongo? – pregunta un alumno 

- No se salva. Verán, los soldados detectan a la hormiga una vez el hongo está avanzado. No hay mucho que hacer. Por si fuera poco, lo alejan de la colmena, pero no de los caminos por donde transitan los obreros para conseguir comida. De alguna manera u otra habrán más hormigas enfermas. 

 - ¿Cómo es que el hongo controla a la hormiga? 

 - Pues, la teoría dice que no la controla. Desinhibe y regula ciertos instintos a su favor. Es terrible, en realidad. 

 - ¿Siempre se aloja en el sistema nervioso? 

 - En el cerebro de la hormiga, sí. Se ha visto en la médula de otras especies, en algunos peces… 

- ¿Se puede pasar de especie a especie? 

 - No, no, no. Imposible. El hongo desarrolla una cepa para una especie en específico, se necesitan años de mutación para que pueda desarrollarse una nueva cepa que afecte a otra especie. 

 - ¿Y a humanos? 

 - No, para nada – sonríe el profesor mientras limpia sus lentes, - a nosotros Dios nos dejó quietos cuando nos empaquetó el cáncer. Además, somos un organismo muy complejo como para que este hongo nos afecte. Se ve más que todo en insectos, en invertebrados. 

 - Pero sí se ha dado en peces… 

 - Casos raros, Andrés. Casos raros. Ya te había dicho, no puedes pretender que todo lo que veas raro en el mundo natural se hará, algún día, la norma. Lo raro permanece raro, generalmente, y por raro, desaparece. – Tras una pausa en la que hizo notar que aún tenía algo que decir, el profesor continúa – Como todo en la vida, mijo. 

 - Preofe, ¿Por qué buscan la altura? 

 - Ah, bueno. Pues, eso es interesantísimo: es como si el hongo pensara… ¿Cómo haces para diseminar mejor las esporas? 

 - ¿Desde… la altura? 

 - ¡Claro! Es genial. Eso sin contar la cantidad de hormigas que pueden infectar por otra vía. 

 - ¿En dónde se pueden ver estas hormigas? – Pregunta emocionado un alumno. 

 - Ah, pues… Hay muchas en Brasil. Diría que es un problema de la selva amazónica… 

 - ¿No hay aquí? - Ay mija, ¿Con tanto político estáis buscando más parásitos? - La clase ríe. 

- No –responde el profesor -, la verdad es que no se puede ver aquí… Bueno, ya. Continuemos el tema.


Días después la facultad de ciencias de la Universidad del Zulia sería aún más desolada, aún más gris, aún más muerta. 


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