11 de mayo de 2011

Capítulo 3: Hambre

Día 1:  anochecer

Andrea no estaba dormida, pero tampoco estaba ahí. El signus de su tía se movía y la llevaba sin que ella se diera cuenta. Apenas notaba la presencia borrosa de Roberto a su lado por la rodilla que a ratos, por baches del camino, rozaba con la suya. Roberto tampoco parecía notar la presencia de Andrea, o la suya propia; estaba abstraído en su iPad. No jugaba, leía su twitter. En el silencio, Andrea nadaba en sus pensamientos. Recuerdos mezclados y sin sentido lineal. Conversaciones de la noche anterior, el rostro de Karina, una sonrisa, su madre regañándola por algo: todos estos recuerdos bajaban a ella como tuiteos en una línea del tiempo. En este navegar, el silencio fue roto por la voz temblorosa y aguda de la tía.

- Ay Dios mío santo Andrea Cecilia, Dios te proteja siempre y la virgen te ampare, muchacha. ¿Y vos qué estabas pensando? ¿Pajaritos preña’os? Muchacha, ¿y si te agarraba esa mujer? Aynononononononono no lo quiera Dios nunca toca madera, hija, toca madera ya ¡hija! ¿No me estáis escuchando? ¿Andrea?
- Sí, tía – responde ella, como respondiendo a una pregunta de todos los días
- Pero es que hay que ver, hija. ¡Hay que ver! ¿Cómo los de URU van a dar clase en esa situación? ¿Ah?
- No sabían, señora Úrsula – atajó Roberto – porque el brote se conoció apenas…
- Nononononono Roberto ¿Cómo me vais a decir eso? Mirá, ve que hasta yo me enteré del brote de la bicha esa temprano en la mañana. Porque Gustavito me llamó ¿sabéis? Y me dijo que una variación de la porcina, la ajacheunoeneuno o enedos, no sé, se había solta’o en el Hospital Central. Y que era peligrosa – piensa un rato - ¿Qué más me dijo? – Inquiere, como esperando que Andrea sepa.
- No sé tía. No me contaste.
- La verdad, señora Úrsula, no creo que sea una gripe. No parecía, pues, digo.
- Pero si en las noticias lo dijeron, mijo. En Zuvisión andaban diciendo que la cosa era seria, y que los síntomas eran parecidos a los de la gripe esa. Que tosían verdecito, verdecito. Y que era peligroso el contacto con ellos. ¿Seguro que no te tosió, Andrea?
- ¿Y dijeron que mordían? – preguntó Andrea, obviando la pregunta de su tía la cual, después de pensar un momento o dos, respondió.
- Bueno, no. La verdad es que no dijeron nada de eso.
- Es raro – dice Roberto, de nuevo mirando su tableta – en twitter nadie dice nada de nada – mira ahora a Andrea - ¿Será que tuiteamos algo a ver si alguien responde?

Andrea saca su celular, abre su aplicación. Revisa. Revisa. Revisa. Nada: Karina no ha tuiteado. Tampoco nadie de su línea del tiempo ha tuiteado nada sobre el hospital. Ella se atreve a lanzar el primer tuit:
@Antesnadie No se acerquen al Hospital Central… Hay una epidemia de una enfermedad muy contagiosa!!!
Enviar.

- Ya tuitié algo.
- Sí, ya vi – responde Roberto.
- Ah, bueno. Vamos a ver si alguien responde.

El resto del trayecto es de nuevo silencioso. Andrea se vuelve a distraer en la ventana, pero no ve lo que sucede fuera. No ve los árboles, las calles, los salserines limpiando el pavimento, el Milagro vía norte. El tráfico ha bajado desde que salieron de la entrada de la vereda. Quizá esta zona no esté ni enterada de lo sucedido. “Normal, el norte es el último en enterarse”. También es el último lugar en donde pasan cosas, piensa Andrea. O quizá no. Las cosas que pasan en el norte pasan dentro de las casas.

Su casa. Está igual que ayer. Que esta mañana. No ha pasado nada. Se lo repite a sí misma: no ha pasado nada. Aquella mujer no tenía nada que ver con ella. Ella estaba separa de ese mundo y no tenía por qué empezar a involucrarse. Respira, y entra a su casa.

- Pasa, Roberto. Vamos al estudio. Quiero revisar a ver si dicen algo
Andrea está preocupada por Karina. No ha sabido nada de ella, y no puede llamarla. ¿No puede llamarla? ¿Y su casa? No tenía razones claras para llamar a su casa antes, pero ahora, con esta enfermedad en el ambiente… No, la enfermedad está controlada y en el centro, muy lejos de Karina. ¿Dónde estás, Karina?
Sentada al lado de Roberto saca a su computadora del estado de hibernación. Se conecta. Revisa sus contactos. Nadie interesante. Alguien le habla, cierra la ventana sin responder. Abre winamp. Aleatorio. Danza de los esqueletos, primera canción. Qué raro, es la misma canción de la mañana, piensa.
- Deja esa – dice Roberto sin apartar la mirada del iPad – y metete en La Patilla, pero ya.
Andrea obedece. Mientras se carga la página se recuesta un poco contra el espaldar de la silla. Su espalda suena, siente como cada vértebra recupera su puesto. Deja escapar un suspiro, cierra los ojos con fuerza, y los abre. La Patilla:

Pánico en el Hospital Central por enfermedad desconocida

Una nueva enfermedad amenaza con poner en peligro la salud de la comunidad de Santa Lucía, Maracaibo, con una rápida epidemia que se ha propagado desde la Plaza Bolívar, pasando por todo el sector Santa Lucía, hasta llegar a Pichincha. La enfermedad en sí es aún desconocida. “Se sabe muy poco sobre la infección. Se cree que se trata de un parásito u hongo que se aloja en el cuerpo, pero como no hemos tenido tiempo de examinar una muestra no tenemos datos claros. Todo ha ocurrido muy rápido” afirmó José Pacheco, residente del hospital.
Los hechos tuvieron lugar la noche anterior, cuando la rápida evolución de una enfermedad desconocida produjo un contagio masivo en los pacientes del Hospital Central. “Algunos pacientes se escaparon la misma noche del contagio, y no pudimos evitar la epidemia” afirmó …

- Blablabla – dijo Roberto – eso no. Mira más abajo. La otra nota.

En la otra nota estaba el muchacho. No supo cómo se llamaba, pero era el mismo muchacho. Lo reconoció por el cabello oscuro, largo hasta el cuello, ondulado. Los lentes, la corpulencia, la piel morena y los rasgos casi primitivos se notaban en la foto. Él estaba con las manos en alto, la cabilla estaba en el suelo, junto a la mujer. Andrea deslizó rápidamente sus ojos por la lectura; se concentró cuando leyó los hechos:

… reportero. Afortunadamente, el Ortega hirió a la víctima en la pierna y no hubo sucesos que lamentar. No opuso resistencia ante la policía durante el arresto. Fue trasladado inmediatamente a la Comandancia de la Policía Regional en Valle Frío. La joven, a su vez, fue trasladada de vuelta al Hospital Central, en donde está siendo tratada contra la infección y contra la herida en su...

Mentira, piensa Andrea. Fueron más delicados con Alejandro (leyó su nombre en la noticia) que con la joven. El primero no opuso resistencia y un tal Oficial Gómez lo arrestó sin más, como no queriendo arrestarlo. A la mujer, en cambio, la tuvieron que agarrar entre dos. Se movía con estridencia, pero no llegaba a la violencia. En todo caso, para controlarla necesitaron más fuerza; y apenas la dejaron dentro del cordón de seguridad, ahí, a su suerte. Lástima por ella, sí. Pero Andrea se lamentaba más por el muchacho.

- Qué vaina. Y lo que hizo fue ayudarme.

Después de almuerzo y una siesta, Andrea se levantó a ver qué hacía Roberto. No lo habían venido a buscar, imaginó que aún sus padres no salían del trabajo o algo así. Decidió no preguntarle.

- ¿Quieres ver una película? –Encontró a Roberto cargando el iPad en una pared, mientras jugaba algo.
- No sé. ¿Qué tienes?
- Big Fish.
- No sé, me trae malos recuerdos.
- Estém, a ver, comedia… ¿The Hangover?
- Nah, no tengo ganas de comedia.
- ¿Requiem for a Dream?
- No vuelvo a ver esa película ni que me paguen. ¿No tenéis nada de terror? Digo, pa ambientar
- Verga, Roberto – regaña Andrea – dejá la vaina. Qué sabéis vos si…
- No, chica. Dejá así. Que ya vais a empezar a decir locuras. Mirá, más bien. Deberías contarme ya, de plano: ¿Qué coño pasó con Karina?

Andrea se queda mirando a una pared. Busca entrar en ella, en los detalles, en la pintura, en un ladrillo mal puesto. No puede. Ella es sólo carne.

- Bueno. Ya tú sabes. Nos dimos.
- No, yo no sabía. ¿Y desde cuándo a vos?
- No sé Roberto, no sé. Y no empecéis a preguntar ¿Sí? No me gusta hablar de eso.
- Pero ajá, ¿Han hablado de la vaina?
- No – cortó Andrea de tajo.
- …- silencio, y luego, Roberto suelta – Pero sí sabes que tienen que hablar ¿No?
- Verga Roberto, sí. Me gustaría hablar. Pero ajá, la chama no aparece. ¿Qué queréis que haga?
- ¿La llamaste a la casa?
- No. Nunca le he llamado a la casa. ¿Qué le voy a decir?
- Verga, no sé. Que hablen. O al menos saber cómo está. Digo, las vergas andan como raras ahorita.

Tras pensarlo un rato Andrea va a buscar su teléfono. Revisa en su celular, el número. Lo marca. Tono. Tono. Tono, ruido. Alguien responde.

- ¿Aló?
- ¿Aló?
- Aló, ¿sí? ¿Quién es?
- ¿Por favor con Karina?
- No, ella no se encuentra. ¿Quién la llama?
- Andrea…
- ¿Quiere dejar algún mensaje?
- No – Andrea se lo piensa, - no, tranquila. Muchas gracias.
Tranca.
- No está – le dice a Roberto
- Sí, escuché. Verga, la verdad es que yo tampoco he sabido de ella.

De nuevo mira a la pared. Karina, Karina. Karina, otra vez. Karina. Ya. No más. Deja de pensar en Karina, se dice. Deja, ya. El nombre queda ahí, la imagen. Se levanta y busca Shun of the Dead, la pone en el DVD y sin consultarle nada a Roberto le da play.

- La pediste, te la calas. Es comedia, y es de muertos.
- Ah, bueno. Así sí.

Mientras ve la película, Andrea toma su celular. Busca el PIN de Karina. Eliminar contacto, ¿Delete :$:$:$Karinita:$:$:$? Le pregunta el celular. No, responde. Escribe al pin: “Este pin es de un celular robado, y ya está denunciado!!!”. Ganchito, el mensaje salió. No se pasa a D, no le avisa que se entrega el mensaje. Ya le deben haber sacado el chip, piensa, y se concentra en la película.

Efectivamente el celular no tiene chip. Ni batería. Ha permanecido en el bolsillo de Estiven Sigal González desde la noche anterior, y con el problema en Santa Lucía no le ha dado tiempo de salir a venderlo. Ha estado muy ocupado, desde esta mañana, esquivando el contacto con los infectados. Ahora corre, de nuevo, por la calle por la que corrió anoche. Su fiel compañero Yefrexon corre a su lado.

- Maricón, tenías que caerle a coñazos al carajito aquél. Tremendo maricón que eres. – Regañaba Estiven a su compañero.
- Va puej bróder, ¿Vais a seguir? – Jadea Yefrexon – Ve que te reconfiguro esa cara, pendejo.
- ¿Vos y cuántos más, puej?

La pregunta fue inapropiada. 7 personas en bata y 4 personas particulares notablemente infectadas estaban frente a ellos tras doblar en una esquina. El terrorífico aspecto del grupo estaba dado no tanto por las mordidas en las distintas partes de sus cuerpos, sino por la oscuridad que los rodeaba. No había sangre en sus cuerpos, pero caminaban desorientados, como heridos por algo, como si algo estuviera dentro de ellos causando algún dolor o letargo. De entre el grupo el Yefrexon reconoce a una. La mujer, entrada en edad y pasada de peso, estaba vestida con bata de dormir: seguramente la infectaron en casa. Pesada, mirada desorientada y un resoplido que acompañaba cada uno de sus pasos a ninguna parte.

- ¿Señora Piedá? ¿Señora Piedá? – llama Yefrexon
- Ay loco, jodieron a la Señora Piedá
- ¿No nos escucha?
- No parece chamo – responde Estiven - ¿Señora Piedá? ¿Doñita?

Nada, el grupo entero ha notado ahora su presencia. Caminan calmados hacia el par de malandros, el cual decide, finalmente, moverse. Estiven suelta un lamento.

- Ahí te va verga…
- Chamo, corré. Corré. Chamo corré – dice Yefrexon sin moverse por un rato. Estiven ya se ha disparado a correr. Ahora Yefrexon lo sigue.
Corren en sentido contrario. No quieren regresar a sus casas puesto que ahí las cosas ya están muy feas. No quieren ir hacia los límites de los cordones de seguridad porque ahí las cosas están peores. ¿Qué les queda? Entrar en una casa, ¿Pero cuál?
- ¡Muchachos! – Llama una voz femenina - ¡Por aquí!
Entran en una casa. Recuperan el aliento con la mano en el pecho y respirando con violencia. Están sudados y maltratados por todo un día de sustos.
- ¿Ustedes han ido a la Biblioteca, no? – Les pregunta una joven de abundante pelo negro y cejas muy marcadas, una morenísima Frida.
- Profe – le dicen, reconociéndola. Es la profe Yele, de la Biblioteca – gracias profe. Nos venían persiguiendo bichos de esos. Verga, profe, gracias ¿oyó?
La profe Yelexy trabaja en la Sala Infantil de la Biblioteca, a la que van los jóvenes rateros cada vez que tienen calor. La profe no tenía problema con esto. Aprovechaba para, cada vez que podía, invitarlos a la lectura.
- De nada, muchachos – habla como siempre. Medida, correcta, calmada - ¿Están bien? – Les inquiere.
- Sí, sí. Ni nos tocaron, profe.
- Okei. Bueno, vamos a cerrar aquí para que…

Yelexy intenta cerrar la puerta. No lo logra. De golpe la puerta se ha abierto y la ha tumbado.

- ¿Señora Piedad? – Alcanza a preguntar a Yelexy mientras una masa, antes humana, se le lanza encima.

Nada detuvo el hambre de la antes señora Piedad. Ni la mejilla, ni los gritos confundidos de Yelexy, ni el cuello luego, la voz deshaciéndose en gritos ya ni humanos, ni los empujones, ni la textura tan chiclosa de la piel que mordida resiste a despegarse y en los dientes se clava, en enreda, lucha con los movimientos violentos del cuello de la mujer que la muerde como un perro y sacude la cabeza, sacude, arranca; ni los borbotones de sangre, la nariz que le arrancó, los ojo suaves que sacan jugo ante la mordida, la piel de los hombros. Tampoco las piernas, panza, senos detuvieron a los demás que fueron entrando y sirviéndose de la antes trabajadora de la Biblioteca Pública del Zulia, ahora tajos de sangre y carne ante la que gritan unos niños detrás de Estiven y Yefrexon. Son dos gorditos, sobrinos, alcanzan a suponer los malandros, por el ¡Tía! Que se entiende entre la gritadera. De nada vale, que tiemblen, que quieran pensar que esa masa de carne, sangre y desechos no es su tía. El olor muerto perfuma la sala. Nadie puede hacer más que ver el banquete.

Más al norte, en casa de Andrea, no pasa esto. Ella ya duerme tranquila. Su mamá ha llegado a la casa quejándose del tráfico, terminó de ver la película con ellos y también se acostó. Roberto, por otro lado, se ha quedado a dormir, pero no duerme. Sus padres le dijeron que era preferible que se quedara allá. No le especificaron. No quiso preguntar, tampoco. Revisa su Twitter, no encuentra nada. Se le ocurre buscar de otra forma. Search: Hospital Central. Buscando. Una cuenta: @SOSlemnaMCBO. ¿Lemna? Revisa.

@SOSlemnaMCBO Extraña enfermedad es descubierta en el Hospital Central de Maracaibo. Altamente contagiosa. No acercarse a la zona.
@SOSlemnaMCBO Médicos desconocen la naturaleza de la enfermedad. Hasta ahora se sabe que se propaga por intercambio de fluidos.
@SOSlemnaMCBO Síntomas conocidos: Fiebre, desorientación, pérdida momentánea de la conciencia, excitación sexual constante y exagerada...
@SOSlemnaMCBO Mucha tos y flema amarillenta, espasmos. Si detecta alguno de estos síntomas diríjase al Hospital Central. NO VAYA A OTRO HOSPITAL.

Empieza a seguir la cuenta. No hay muchos siguiéndola, por lo que se ve, pero @ManuelRosalesg cuenta oficial del ex gobernador del estado la sigue. “Coño, la vaina es en serio” se dice, pero decide dejarlo así. Seguro ya lo tienen controlado, a estas alturas. El cordón de seguridad, la policía. Organismos, instituciones. Sí. Se pone los audífonos, escucha música. Un poquito de Desorden Público, para pensar en otra cosa.

Para no pensar en nada.

Para no estar ahí, ni mucho menos allá, bajo la luz de la luna


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